
P.D.: Se muere de ganas de ir en bici

La Cochinchina es una región del sur de Vietnam fronteriza con Camboya. Es decir, muy cerca de donde empecé este blog. Además, la expresión "estar en la Cochinchina" se utiliza para decir que algo o alguien está muy lejos. En este caso ya sea en Camboya o ahora en Liberia, estoy a menudo en la Cochinchina.


Es el final de la temporada de lluvias. Eso conlleva la gran ventaja de que los caminos están embarrados y podrán ser reparados quedando bien para varios meses. Además, significa volver a disfrutar de atardeceres espectaculares. Y también de los amaneceres porque significa despertarse casi todos los días a las cinco de la mañana ya que empieza la temporada de bodas. ¡Y yo vivía tan tranquilo acostumbrado ya a los rezos de monjes y de imanes!
Y entre sorbos y trozos de pollo el tipo que tengo detrás mío, sentado en otra mesa, se gira para poder escupir y hurgarse entre los dientes sin molestar a los otros comensales de su mesa pero a tan sólo un palmo de mi cara.
El momento de bailar ha llegado. Como ya han desmontado varias mesas que se han de llevar a otra boda (entre mesas de gente que aún no ha acabado de comer) hay espacio para los bailes. Éstos básicamente consisten en dar vueltas a una mesa como quien juega al corro de la patata, alzando los brazos y moviéndolos rítmicamente de un lado a otro como la tradición camboyana manda, al son de versiones jemeres de antiguos éxitos occidentales (escuchar "Eternal flame" en camboyano, con el estribillo en inglés, me hace pensar en lo cutre que es medio traducir las canciones, incluido al castellano). Bailes entre hombres que apestan a alcohol y con sus camisas por fuera ya llenas de grandes manchas de cerveza. Y ellas casi no bailan porque, aparte de descartar tan agradable compañía, se les clavan los tacones en el barro.
Han pasado ya 2 horas y es el momento de depositar nuestro regalo (un sobre, que te dan en la misma boda, para que pongas el dinero dentro) en la urna de alpaca e irnos. Por fin se acabará la música de unos altavoces más altos que yo y podré descansar.
Hasta que esta mañana me ha vuelto a despertar el entusiasmo de unos novios anunciando a bombo y platillo que se casan.
“Make it Happen” (Haz que suceda) es el lema bajo el cual ayer se organizaron actividades de información y protesta en alrededor de 40 países pidiendo la prohibición de las bombas de racimo en la próxima conferencia de Viena del 3 de diciembre.
El grupo de baile del centro Arrupe para discapacitados representó el baile de la bendición y el grupo de baile de Tahen, que estuvo ya en España en 2.005 y volverá en octubre del próximo año, llevó a cabo una serie de bailes folclóricos acabando con el baile de las minas, alegoría de la situación que se vive en Camboya, pidiendo así la paz y la prohibición de las bombas de racimo.
Más tarde se hizo participar al público mediante concursos, preguntas sobre qué son las bombas de racimo y rellenado en palomas de papel sus mensajes de esperanza. El evento finalizó, entre cantos, con la liberación de palomas de la paz y de globos a los que se engancharon las palomas con los mensajes escritos.
Mientras, a tan sólo 400 metros, ingresaba en el hospital de Emergency una nueva víctima de mina: un hombre joven, padre de dos hijos, vecino de Chem, una mujer también mutilada de mina que trabaja en la Prefectura.
P.D.: El día 28 de noviembre, en Barcelona, y el 29, en Lérida, daremos Kike, Channeng y yo unas charlas sobre las bombas de racimo en El CaixaFoum.
Siempre he sido pacifista pero nunca me consideré militante activo pues, como nos pasa a todos, esto me caía muy lejos. Sin embargo, aquí se te remuevan las tripas y no puedes evitar estar de acuerdo.