"Vamos a ver, Javi, todo eso que cuentas de Camboya está muy bien pero tú ¿qué narices haces exactamente?"
Básicamente, y digo básicamente porque el trabajo es muy cambiante, trabajo con un equipo, llamado entre nosotros "Outreach", yendo de pueblo en pueblo intentando ayudar a gente discapacitada, ya sean mutilados por mina o discapacitados por polio, que aquí sigue habiendo bastantes. En el equipo somos el padre Gabby, jesuita filipino, 3 camboyanos (Som, Sor y Chantú, ésta última es un chica) de los que 2, Som y Sor, son víctimas de mina y les faltan, al menos, una pierna a cada uno, y yo.
Además estoy trabajando en un proyecto en un pueblo llamado Prey Thom, de dónde vienen 3 niños víctimas de mina que viven en el mismo centro que yo, para repartir tierra entre familias pobres ( y digo pobres, pobres) y conseguir su desarrollo económico y social. Todas, además de ser pobres, tienen la particularidad de que algún miembro de su famlia o tiene polio o es víctima de mina.
"Vale, ahora te entiendo. Pero ¿con quién trabajas?"
Pues mi jefe, porque así se entiende mejor, es Kike.
"Y Kike es....."
Kike es el diminutivo de Enrique Figaredo Alvargónzalez, un jesuita gijonés de 47 años que lleva trabajando con los camboyanos desde que en 1.985 llegase a los campos de refugiados de Tailandia y que en cuanto se reabrió la frontera para los extranjeros se instaló en el país. En 2.001 llegó a Battambang (donde estoy yo), al noroeste de Camboya, al ser designado Prefecto Apostólico (obispo).
Pero, una vez resumida a grandes trazos su biografía, hay que decir quien es de verdad Kike. Kike es una de esas personas que te marca en la vida, alguien de quien aprender cada día, que ha decidido sacrificar su vida por los más pobres y los discapacitados. Y ahora pensarás en el cura serio del pueblo de donde vienen tus padres o abuelos. ¡No puedes andar más equivocado! Tiene un buen sentido del humor, ha visto mucho mundo y te puedes sentar a comer tranquilamente con él y hablar de todo.
Ahora me dirás "¡Tío, métete a cura si tanto le alabas!" Pues no, no tiene nada que ver. Por supuesto que tiene defectos, como cualquier persona, pero si me quieres entender vente a Camboya y compruébalo por ti mismo. Teclea su nombre en Google y ya verás lo que te sale.
"Oye, pues trabajar con discapacitados tiene que ser duro ¿verdad?" ¡En absoluto!
Es lo más gratificante del mundo. Yo, antes de llegar aquí, jamás había trabajado con discapacitados y mucho menos con mutilados por mina.
Vivo en un centro con unos 40 niños y chavales de entre 10 y 21 años. Hay 5 víctimas de mina, 4 ciegos y el resto enfermos de polio (esa enfermedad que existía antiguamente pero de la que te vacunan, es una gota, cuando eres pequeño).
En julio tuve la oportunidad de compartir unos días en la playa gracias al trabajo de un genial (cojonudo, para no utilizar eufemismos) grupo de voluntarios españoles y fue la experiencia de un vida (que requier un artículo por si misma). ¡Tendrías que haber visto sus caras de agradecimiento! Y no hubo una sola queja durante el trayecto de 7 horas en un autobús apretados como sardinas en la lata. No te puedes imaginar lo fácil que es arrancarles una sonrisa.
Tú vienes a ayudar pero yo no sé quién ayuda más a quién. Ellos a ti o tú a ellos. Es todo muy aleccionador.
Jugar con ellos un partido de fútbol es muy peculiar: los hay que juegan con muletas (las muletas no pueden tocar el balón y tú no puedes pegarles en ellas, en ambos casos es falta), otros que se mueven como monos, o arañas, con sus brazos de hierro y sus piernas de trapo, el ciego que hace de portero y se mueve según los gritos de los demás, y tú entero de pies a cabeza que no puedes regatearles. "oye, si le pegas un pelotazo a uno de ellos (porque no olvides que su cara te llega por las rodillas) ¿¿qué pasa?? ¡Pues que los demás se parten de risa!
Si tiene algo malo vivir con estos niños es que a las 5:30h ya están en pie para asearse, desayunar, limpiar e irse a la escuela. Eso y que les encanta el pescado prahoc, pescado fermentado, que apesta. Y teniéndolos justo debajo es imposible no despertarse.
Yo me paso muchas jornadas subido en una moto yendo de aldea en aldea para visitar a tal o cual discapacitado. Pero siempre, y digo siempre, vuelvo a casa encantado por haberme cruzado con esta gente. Cansado, tal vez pensativo porque hay que hacer una cosa u otra, pero encantado.
"¿Es eso todo lo que haces?" Pues no. Aquí hay mucha gente de visita y si no hay una cosa hay otra. No sé dondé o con quién pasaré mi jornada cuando me despierto pero sí sé que será interesante.
Y ya sabes, si quieres verlo, no tienes más que venir y comprobarlo por ti mismo. No es tan complicado. Súbete a un avión en Madrid (o en otro sitio) bájate en Bangkok y haz un trasbordo que te lleve a Phnom Penh. Al salir del aeropuerto no te preocupes que un taxi te estará esperando. 3 horas y media más tarde estarás aquí. Vale la pena, te lo aseguro.
Y si no puedes venir ponte en contacto con Sauce http://www.sauceong.com/. Sauce es la ONG, dirigida por la cuñada de Kike, para financiar proyectos aquí desde España. La web de la prefectura (obispado) es http://www.battambang.net/ (en breve habrá un buen cambio. Gracias Will, gracias Grdar.)
Y, por si quieres ver más, en noviembre estaremos en España en unas conferencias de La Caixa sobre las bombas de racimo: el 28 de noviembre en Barcelona y el 29 en Lérida.
Estaremos Kike, Chaet Nieng, Rattanak, Srei Nieng, Mao y yo. Los 4 nombres camboyanos son de chicos/as mutilados por mina.
Aquí te presento a Chaet Nieng (19 años. Hace 2 años le explotó una mina buscando madera en el bosque y le amputaron las 2 piernas y un brazo), con quien te partes de risa, y a Rattanak (10 años al que el 18 de enero de este año 2.007 jugando con unos amigos le explotó una bomba, de resultas de lo cual le falta el antebrazo derecho, 2 dedos de la mano izquierda, el ojo derecho y perdió bastante visión en el izquierdo), el cariñoso benjamín del grupo.
Pero, por favor, ¡No te quedas sólo con el párrafo anterior! Quédate con la sonrisa de sus caras.
Y cuando el próximo día salgas a correr y te duela un poco la rodilla piensa en que, tú al menos, puedes seguir corriendo.