Lo primero que experimentas cuando llegas a Camboya es que todo el mundo te mira. Te sientes observado y tras repasar toda tu ropa, incluyendo la bragueta, mirarte al espejo por si tienes algo raro en la cara caes en la cuenta de que aquí el bicho raro eres tú. Al igual que te quedas mirando a un paquistaní paseando con su turbante por cualquier centro comercial de Barcelona, ellos te miran a ti.
He aquí una serie de situaciones cotidianas en las que sentirte un marciano:
1) Ir a correr. ¿Qué hace un blanco corriendo? A santo de qué corre uno se preguntan y te preguntan los camboyanos. De nada, respondes tú. Corro por correr. Esta es la mejor manera de sentirse como Forrest Gump: todos te saludan por la calle, hacen ademan de seguirte, los oyes que te dicen "Un, dos, tres", ya sea en inglés o en jemer, mientras saltan sobre sus pies como si corriesen, todos, absolutamente todos, los niños saben decir "Hello", algunos te siguen en bici, otros en moto, las conversaciones se paran, las mujeres rien, los perros te ladran extrañados y te persiguen. Hasta la recepcionista del gimnasio cuando te ve correr deprisa (demasiado deprisa para su gusto) se acerca a ti abriéndose camino entre un corrillo de camboyanos expectantes, y te dice: "No hace falta que corras, te vas a cansar". "¿¿No se supone que estoy en un gimnasio y deberías estar acostumbrada??" piensas, jadeante en la cinta, cuando la escuchas.
Ponerse a hacer series (repeticiones) de unos 200 metros es hilarante. Si no estuvieras ahogado por el esfuerzo te reirías de todo. Ver a un tipo correr , pararse, y volver corriendo en sentido contrario los desconcierta sobremanera. Hasta el punto que todo el vecindario sale a verte, sacan las sillas y se sientan a observar el paso del Expreso de Occidente. Y, bueno, si por cualquier motivo vas sin camiseta es el acabóse con tu piel blanca reluciente y tu vello en el pecho. Ya no eres de Martes, eres de Júpiter.
2) Caminar. Ya no se trata de ir a correr con tus ropas estrafalarias sino de caminar simplemente. Se van acercando los moto-dops (moto taxis) y te preguntan, uno tras otro si quieres que te lleven. Les respondes que quieres caminar. Te miran extrañados por la respuesta, por habérselo dicho en jemer y porque, si miras alrededor, ves que es un jungla en donde las aceras o brillan por su ausencia o están saturadas de coches y grandes todoterrenos.
2) Comprar un coche y pedirle al vendedor que, un día antes de entregártelo, te diga el número de matrícula para informar al segura y que te responda: "No tiene matrícula. Usted pidió un coche, no un coche con matrícula".
3) Intentar hacerle entender que necesitas la matrícula. Su respuesta es aún más contundente: "Pero si puede conducir sin matrícula. En Camboya mucha gente lo hace". Se ve que el concepto del seguro no está muy extendido.
4) Ponerte el cinturón de seguridad en el coche y pedirle a los camboyanos que se lo pongan. Su respuesta siempre es, con cara de sorpresa porque se lo digas y porque muchos jamás se han puesto uno ni saben cómo se utiliza, que no les gusta. La cara de marciano la pones tú cuando te subes a un taxi y ves que con lo holgado que va el cinturón podrían caber todos los que van el taxi (y hablamos de 9 personas). Al comentárselo al conductor la respuesta es concluyente: Así es más cómodo.
5) Hacer intentar comprender que en un coche caben 5 personas. Ése número queda auténticamente desfasado por las leyes de la física: En un coche caben tantas personas como volumen haya. En un taxi ése número varía entre 8 y 9. Te subes a un taxi, te sientas en el asiento del copiloto y esperas a que el coche arranque (bueno, más bien que parta porque les encanta dejar el motor encendido durante horas sin necesidad alguna) cuando ves que otro individuo intenta sentarse donde estás tú. Tú, sorprendido, dices que nones, que has pagado por ese asiento. Pero no, estás equivocado, has pagado sólo la mitad del asiento. Resginado aceptas o pagas doble, pero como el tipo ya está ahí no puedes echarle, al menos a las buenas. No has acabado de digirir este cambio de planes cuando ves que una mujer se sienta en el asiento del conductor y pienas "¡Qué raro! una mujer conduciendo" (hay que tener en cuenta que es un país muy machista). Pero no, vuelves a estar equivocado pues esa mujer, de golpe, se estruja hacia ti cuando el conductor quiere entrar. Hete aquí como entran 4 personas adultas delante. Lo más divertido del caso es cuando el coche no es automático, que la mayoría de taxis lo son, y ves como la mujer, o persona correspondiente, ha de separar las piernas para que el conductor pueda cambiar de marcha. Y todo esto con 5 personas más en el asiento trasero, las que tú pensabas que cabían en un coche.
6) Pensar que una furgoneta no caben más cosas. Siempre, repito, siempre caben más cosas. Y más personas. No sé el tiempo que tardarán en montar todo lo que llegan a cargar para que no se caiga. No tendrán estudios y algunos serán cortos o muy cortos pero de verdad que los que montan eso podrían dedicarse a la logística. En una furgoneta, con la parte trasera abierta, pueden caber: Un par de motos, unas 15 personas, 10 sacos de arroz de unos 50 kg. cada uno y fardos y más fardos. Todo bien asegurado con cuerdas. Y digo todo y no todos porque las personas van como buenamente puedan. Fuera y dentro pues dentro hay tanta gente como la norma explicada en el punto número 5. Y ¿dónde caben más cosas o personas? ¡En el capó! He ahí la nueva campaña de la DGT. Un hombre sentado en el capó agarrándose con sus manos en cualquier rendija y, para velar por su seguridad, con un casco. Pero, hombre ¡¿no te das cuenta que ahí sentado por mucho casco que lleves si hay un frenazo o un choque sales disparado cual hombre bala?!
7) Hablar jemer. Eres como el loro que habla, el mono del circo, o un austronauta en medio de la playa en verano: eres la atracción. Muchas veces no te entienden la primera vez que te diriges a ellos. Se lo tienes que repetir un par de veces hasta que se dan cuenta que sí, que tú, el extranjero, les estás hablando en su lengua. Entonces la vendedora se lo dice a los demás y ellos le preguntan "¿Sabe jemer?" y cuando eres tú el que responde "Baat" (sí) se oyen risas. Sí, sí, el barran (extranjero) habla jemer. Puedes tener a una decena de personas mirándote y preguntándote cosas. Otros no se atreven a hablar y tan sólo te observan.
7) Decir que no quieres hielo. Es costumbre camboyana llenar con hielos los vasos hasta que rebosen. Luego verterán el líquido pero primero va el hielo. Por favor, si no quieres hielo ¡no se te ocurra tirarlo al suelo! Aquí se servirá en el siguiente vaso. Y bueno, si ya lo has tirado ¿qué más da? Se le echa un poco de agua, se sacude con la mano y ya está, de vuelta a la nevera.
8) Perseguir a alguien porque te quieres gastar tú dinero en su empresa. Pero cuando hablo de perseguir, hablo de llamadas de teléfono durante meses. "¿Qué pasa?¿Mi dinero no te gusta?". Es que me iba mal, es que ya le llamaré,.....Pero no hay que creerse que sólo es cuando uno quiere entablar relaciones con una empresa. ¡Qué va! ¿Qué habías quedado con alguien para pagarle 20.000 dólares? Tranquilo, ya vendrá otro día.
9) El banco. El primer día que vas al banco a sacar dinero llevas tu pasaporte encima para poderlo sacar cuando te pidan que te identifiques. Ese pasaporte no saldrá del bolsillo. Rellenas el impreso, ya sea solicitando 1 ó 100.000 dólares, lo entregas junto con la libreta de la cuenta y te devuelven el dinero, después de haber pasado por 15 pares de manos diferentes. Mejor no preguntes y mejor no pierdas la libreta, ya que está visto que el nombre del titular no importa en absoluto.
10) Los fajos de billete a la vista en las casas de cambio y en el banco. ¿Qué es eso de tener que avisar al banco con un par de días de antelación para cobrar un cheque de 4.000 euros? Aquí puedes tener a la vista 100.000 dólares. Miras alrededor extrañado hasta que ves a un aletargado policía (condición bastante habitual en los camboyanos) con una metralleta que asusta no sólo por lo grande que es si no por lo oxidada y vieja que parece y porque has oido historias de que son de gatillo fácil.
Para acabar, sólo una recomendación: tómate las cosas con calma. Si te estresas estás acabado. Estar visitando a una familia, a la que has ido a ver para recoger un papel que te piden en el colegio, y acabar echándote una siesta, comer unos plátanos y asistir a una reunión en la que nadie dice nada durante minutos y más minutos es....el pan nuestro de cada día. Tus planes de ver a 5 familias en un par de horas saltan por los aires. Paciencia, mucha paciencia.
Como paciencia para que pasen los mails. Por suerte hoy no llueve y no habrá problemas (eso creo) porque cuando sí llueve, se corta muy a menudo. Y al llamar a la compañía de teléfono (a la que pagas más de 200 dólares al mes por este servicio) te contestan: es que llueve. ¡¿Qué pasa?¿Qué no llueve nunca en este país de monzones?!
Javi