A mi abuela
Dicen que llegado este momento ya está todo dicho, que un gesto, un roce, una mirada vale más que cualquier palabra. Pero yo digo que no, que es ahora cuando hay que decirlo todo, no dejar que ni el embudo de tu garganta, ni las memorias agolpadas en tu cabeza, ni tu corazón compungido te impidan un último acto de sinceridad y amor hacia el otro porque no hay acción más vana que hablar al viento bonitas palabras que ya no alcanzarán los oídos del ausente.
Dicen que es ley de vida y yo digo, sí, lo es, pero cumplir esta ley me hace querer romperla porque esta ley no entiende de recuerdos ni de corazones rotos, aunque esta ley es buena si alivia el dolor del que se va y sólo por eso no la discuto.
Pero, Avia, cuando partas, dejándonos atrás, no te irás, porque aunque tu cuerpo ajado, menudo y consumido por el paso de los años, las alegrías y las penas haya encontrado merecido reposo tu impronta será imborrable y tu vida, referente.
Como la flor marchita por el tiempo tu cuerpo se arrugó y tus cabellos grisearon pero jamás hubo arruga tan entrañable ni gris tan colorido. Pero al igual que el recuerdo de aquella es la fragancia, la belleza y la primavera y no su final yo te recordaré cariñosa, cercana, viva, activa, querida y matriarca pero no anciana.
Te pueden llamar Carmen, tía Carmen o L’Avia pero con nombre o sin él eres mi abuela y a las abuelas no se les dice adiós, se les dice hasta la próxima pues convencido estoy de que contigo como guía nos reencontraremos; sencillamente me niego a creer que alguien como tú desaparecerá sin más porque dicen que lo bueno es eterno y tú eres buena.
Y al llegar a anciano con un cuerpo que ya no pueda correr, ni unos ojos que leer y pase frío y tormento pero esté rodeado de hijos, nietos y biznietos me acordaré de ti y pensaré que ha valido la pena seguir tu ejemplo. ¡Qué orgullo que me digan “Has hecho como L’Avia”!
“¿Qué recuerdas de tu abuela?”, me preguntarán cuando ya no estés y la memoria te evocará en mil palabras (parchís, frontón, bocadillos calientes, piscina, ping pong, meriendas, cuarto de las tinieblas, coca de recapta, tenis, salita, aguinaldos, primos, infancia...) para sólo responder “Amor, cariño y felicidad”.
Si me preguntas que echo a faltar en Camboya ya tienes parte de la respuesta.
Dicen que llegado este momento ya está todo dicho, que un gesto, un roce, una mirada vale más que cualquier palabra. Pero yo digo que no, que es ahora cuando hay que decirlo todo, no dejar que ni el embudo de tu garganta, ni las memorias agolpadas en tu cabeza, ni tu corazón compungido te impidan un último acto de sinceridad y amor hacia el otro porque no hay acción más vana que hablar al viento bonitas palabras que ya no alcanzarán los oídos del ausente.
Dicen que es ley de vida y yo digo, sí, lo es, pero cumplir esta ley me hace querer romperla porque esta ley no entiende de recuerdos ni de corazones rotos, aunque esta ley es buena si alivia el dolor del que se va y sólo por eso no la discuto.
Pero, Avia, cuando partas, dejándonos atrás, no te irás, porque aunque tu cuerpo ajado, menudo y consumido por el paso de los años, las alegrías y las penas haya encontrado merecido reposo tu impronta será imborrable y tu vida, referente.
Como la flor marchita por el tiempo tu cuerpo se arrugó y tus cabellos grisearon pero jamás hubo arruga tan entrañable ni gris tan colorido. Pero al igual que el recuerdo de aquella es la fragancia, la belleza y la primavera y no su final yo te recordaré cariñosa, cercana, viva, activa, querida y matriarca pero no anciana.
Te pueden llamar Carmen, tía Carmen o L’Avia pero con nombre o sin él eres mi abuela y a las abuelas no se les dice adiós, se les dice hasta la próxima pues convencido estoy de que contigo como guía nos reencontraremos; sencillamente me niego a creer que alguien como tú desaparecerá sin más porque dicen que lo bueno es eterno y tú eres buena.
Y al llegar a anciano con un cuerpo que ya no pueda correr, ni unos ojos que leer y pase frío y tormento pero esté rodeado de hijos, nietos y biznietos me acordaré de ti y pensaré que ha valido la pena seguir tu ejemplo. ¡Qué orgullo que me digan “Has hecho como L’Avia”!
“¿Qué recuerdas de tu abuela?”, me preguntarán cuando ya no estés y la memoria te evocará en mil palabras (parchís, frontón, bocadillos calientes, piscina, ping pong, meriendas, cuarto de las tinieblas, coca de recapta, tenis, salita, aguinaldos, primos, infancia...) para sólo responder “Amor, cariño y felicidad”.
Si me preguntas que echo a faltar en Camboya ya tienes parte de la respuesta.