jueves, 13 de marzo de 2008

Occcientalización frente a desarrollo

De vez en cuando alguien, con buenas intenciones, me dice “Javi, muy bien por ayudar, pero, por favor, no los occidentalicéis”. Entonces no puedo evitar pensar qué es lo quiere decir con lo de occidentalizar. Y su comentario siempre tiene que ver con beber Coca-cola, como si esta bebida fuese la cúspide de la cultura occidental.
¿Qué narices significa occidentalizar? Si con ello se refiere a no interferir para nada en su cultura entonces dejaremos que coman con las manos (nada de palillos, que son una importación china), que siga el servilismo de las mujeres, que no se respete a los más débiles, como se ha hecho durante siglos, que siga habiendo explotación infantil, laboral y sexual, en algunos países de África seguiremos permitiendo la ablación y no les enseñaremos valores democráticos, pues la democracia nació en Grecia, cuna de la cultura occidental.
Tal vez me respondan que ellos hablan de su cultura y yo estoy hablando de derechos humanos. Yo les responderé que nuestros famosos derechos humanos nacen de la revolución francesa y Francia tiene, al menos ligeramente, una pincelada de cultura occidental. Uno de los motivos argumentados por China para rechazar la firma de la Carta Universal de los Derechos Humanos es que está basada en valores occidentales. Por consiguiente, firmarla sería occidentalizar el país.
Puede que por occidentalizar se refieran entonces a que en vez de en motos y coches todoterreno debiesen seguir yendo en burro, que no tengan aire acondicionado en sus casas cuando estamos a más de cuarenta grados, que se sigan comunicando por escrito porque el teléfono lo inventó Graham Bell y cambió radicalmente los modos de comunicación, que les prohibamos el acceso a cualquier canal de televisión occidental y sus películas para evitar influencias externas y que se olviden del hielo y las bebidas frescas pues aquí era costumbre servirlo todo caliente.
Miro a Japón, Corea del Sur y China y veo países con un gran nivel de desarrollo, con teléfonos móviles en todos los bolsillos, con ordenadores que lo controlan todo, con hombres y mujeres repeinados y a la moda saliendo del cine, con casas con todas las comodidades inimaginables y veo países desarrollados pero muy orientales. Tras haber compartido comidas y fiestas con chinos, coreanos y japoneses y ver sus películas que me resultan insoportables o exóticas por ser tan diferentes es imposible decir que son occidentales. Han sido muchas las empresas occidentales que han intentado implantarse en oriente y han fracasado estrepitosamente a la hora de imponer sus gustos, como hay tantas cosas asiáticas que en occidente no gustan ni gustarán.
¿No será que confundimos el desarrollo con los valores occidentales? Las sociedades occidentales alcanzaron antes en la historia los niveles actuales de desarrollo y sus comodidades. Ello ha conllevado cambios y hemos confundido dos conceptos: desarrollo y occiente. En cualquier lugar del planeta la gente quiere vivir mejor y tener acceso a todo aquello que le proporcionará comodidad y felicidad, ya sea la moto, el agua caliente o unos altavoces potentes para sus fiestas.
Por supuesto que hay un intercambio de ideas, tecnologías e incluso actitudes pero ningún país del mundo que ha querido desarrollarse ha cerrado sus fronteras al comercio. O lo ha intentado pero al final ha fracasado en su intento. Hay cosas que gustarán más o menos, que supondrán una mayor o menor ruptura, pero al final depende de nosotros aceptarlas o no. Las sociedades evolucionan como evolucionamos las personas y ello implica tensión con el pasado, especialmente cuando se refiere a valores.
¿Qué sucede con aquellos valores que importamos y que son orientales y que modificarán nuestra cultura? Se expande el budismo y el islam, el feng shui, el sushi, los kebabs, los cómics ye el manga, se imponen fiestas en el calendario que no eran nuestras hace tantos años.
España no es la misma ahora que hace cien años y mucho es debido a ideas que importamos, como el voto para la mujer. ¿Acaso tendríamos que desechar tal idea por considerarla foránea? ¿Acaso tendrían que desecharla las mujeres en Camboya?