viernes, 7 de septiembre de 2007

Bill Gates frente a los "flower powers"

No tengo alma de mártir, Gandhi ya hubo uno y no, no voy para cura aunque trabaje con jesuitas; me gustan demasiado las mujeres. ¿Por qué muchos de aquellos que vienen por aquí o que se enteran de lo que estás haciendo tienden a pensar en inclinaciones religiosas?
Diré más de mi: creo en las multinacionales que traen trabajo y en la necesidad de empresas y empresarios, creo en que es necesaria la piedad y la colaboración pero que eso no lleve a estar siempre dando limosnas, creo que esta gente necesita trabajo y poder competir con nosotros en los mercados.
No creo en la idea de "paz y amor" con la que algunos personajes, los por mi llamados "flower-powers", aparecen por Camboya buscando su "espiritualidad", hablando de lo bonito que es el mundo, de la felicidad de las gentes de Camboya, del materialismo que rodea occidente y de lo poco que se necesita aquí para vivir cuando te sueltan la perorata sin pensar en su seguro médico, en su billete de 1.000 euros, que aquí es más de un año y medio de buen salario camboyano, en sus estómagos llenos 3 veces al día, en su "ahora me voy a Nepal y mañana a Fiji" y en que, si quieren vivir en una gruta como nuestros ancestros, es decisión suya y no imposición de la situación. ¡No hace falta que busque más!¡Quédate y trabaja! Pero trabaja.

Creo que la idea de "Paz y amor" como el amor de un padre a un hijo, al que quiere pero exige, al que brinda oportunidades y medios pero espera resultados.
Creo que este país de la sonrisa eterna necesita de esa idea si quiere que la alegría que se refleja en sus rostros no sea un mero escaparate.

Y es precisamente ese reto, llevarte una sonrisa auténtica de un niño, madre o padre, lo que hace que Camboya te enganche.
La sonrisa, el agradacemiento de una familia cuando les llevas semillas de arroz para que sean ellos quienes orgullosamente las plantes, cuando les llevas a un técnico agrícola para que les imparta clases sobre como mejorar la cosecha, cuando les das una silla de ruedas con la que poder ir a la escuela a estudiar, cuando das un préstamo de 100 dólares (y he escrito préstamo y no donación) para montar un negocio, y más aún, el orgullo que sienten al devolverte el dinero.

Creo en la labor social de las empresas y que aquí todo el mundo quiere mejorar: dales una oportunidad y verás como se agarran a ella. Los camboyanos no son tan diferentes de nosotros: quieren tener una mejor casa, quieren poder mandar a sus hijos al colegio, quieren poder comer 3 veces al día, quieren un mejor móvil, una mejor moto, ellas son presumidas y quieren ropa, ellos tamibén quieren ponerse sus mejores galas y repeinarse para impresionarlas, quieren que sus hijos no enfermen y, sí, tambien quieren poder tener tiempo libre y divertirse.
Cierto es que no todo puede juzgarse por criterios únicamente empresariales o, tal vez, sí que tenga que juzgarse todo así, sólo que los límites que pones a una inversión han de incluir parámetros diferentes: aquí como aval no tienes más que las horas de charla con la mujer que te pide el préstamo y ver como cuida su casa y a su familia pues tal hace con ella misma como hará con el dinero que le des.

A todo aquel que me hace este comentario le pongo siempre la misma pregunta:
¿Quién hace más por esta gente: Bill Gates cuando decide donar 200 millones de dólares para la investigación contra la malaria o tú repartiendo flores y predicando amor y paz?
Sin querer despreciar la hermosura de las flores la respuesta está clara.

Javi