jueves, 6 de diciembre de 2007

Periplo español


Han sido dos semanas de viaje por España: Hemos visitado Madrid, Oviedo, Gijón, Bilbao, Barcelona, Lérida y vuelto a Madrid. Han sido dos semanas de convivencia continúa y de descubrirles un poco más. Han sido catorce días de preguntas curiosas, hechos anecdóticos, sorpresas y descubrimientos. Escribo algunos ejemplos de lo que me viene a la cabeza:

¿Por qué son tan grandes los perros en España?¿Por qué todo el mundo juega con ellos, les silba y acaricia? Es difícil de entender cuando estás acostumbrado a ver chuchos de poca altura y menor peso al que todo el mundo tira piedras.

¿Por qué tienen un pájaro disecado en la habitación? He de reconocer mi total incapacidad para explicar que alguien quisiese tener un pájaro muerto consigo.

¿Es que la gente no para de comer? Acostumbrados como están a que comer no sea más que una necesidad vital, les sorprende ver tanta y tanta comida tan a menudo. Su frase favorita: estoy lleno.

"Estoy lleno" han soltado siempre antes de atracarse a jamón o de probar algún nuevo alimento. Como los niños pequeños dicen que no les gusta antes de probarlo, ellos dicen que ya no les cabe nada más. Les encanta el jamón, el salchichón, el fuel y el chorizo.

La mayor de la sonrisa iluminó sus caras cuando, por fin, les dieron salsa de soja para acompañar el arroz. Más bien el arroz acompañó la salsa de soja: un bote duró les duró dos comidas a los cuatro niños.

¿Cuántas manzanas pueden llegar a comerse antes de saciarse? Olvídate de las tartas, helados y demás postres y dales manzanas. Se vuelven locos pues es una fruta muy cara allí y las que hay son malas, para ser sinceros.

"¡Estás fumando!" te dicen riéndose al ver que te sale vaho por la boca. No conocen el frío. Estando en Bangkok, y para intentar hacerse una idea, Ratanak me coge la mano y me la coloca sobre un coco, que ha estado en la nevera, y me pregunta si en España hace tanto frío como lo que siento en la mano. De hecho, aunque se estén pelando de frío no te pedirán las chaquetas ya que no están acostumbrados. Al preguntarles si les gusta más Camboya o España te responden que su país es más bonito ya que ahí no hace frío.

La fascinación por las montañas y por el mar. Se quedaron embelesados viendo el mar desde el Castillo de Montjuic en Barcelona. ¡Y eso que miraban el puerto industrial de la Zona Franca! Les parece tan amplio y tan bonito que no entienden que la gente no se bañe ahora.

La alegría de Ratanak cuando le pusieron gafas. ¡Cómo se reía al poder ver las letras a 4 metros de distancia con sus gafas de once dioptrías! Y más contento que se le veía aún de poder ver de cerca con sus lupas de treinta y una dioptrías (y no es un error). No me extraña que se queje de que las gafas son pesadas.


Los diez minutos que se pasó en el lavabo hasta que me acabo llamando. Al acudir veo el suelo lleno de agua; ¡No sabía tirar de la cadena! pues nunca había visto un váter con cisterna. Con la única mano que tiene, en la que le faltan dos dedos, intentaba llevar agua del lavabo a aquél.

Lo alucinado que estaba el pequeño con los ascensores empujando las puertas para que se abriesen como si fuese un forzudo.

Y lo más sorprendido que estaba al ver el tamaño de chavales más jóvenes que él pero de mayor tamaño.

Las risas de todos al caérsele el ojo a Ratanak. Le pusieron un ojo postizo y todos se rién cuando se le cae y lo enseña, toca y mira como si fuese de verdad.

Las caras de asombro de la gente al ver a Mao llevar en la mano su prótesis de la pierna, como quien lleva una bolsa más.

La sorpresa de la Infanta Cristina al hacerle Mao, motu proprio, una genuflexión con una sóla piernas y las muletas al despedirse.
La insistencia en que cada uno duerma en una cama "como se hace en España" para luego encontrarme a Mao tirada en el suelo cubierta con el edredón porque "es más cómodo", acostumbrada como está a dormir en tablas de madera.

El agradecimiento sincero de cuatro chavales ante el apoyo de tanta gente que ha venido a verles, pues ellos son el motivo de nuestra visita. Constantemente saludando con una "hola, guapa", "adiós, guapo" a todo aquel que se cruzaba con ellos.

Los gritos de mamá y papá con acento camboyano imitando los míos sorprendidos por la relación entre padres e hijos, tan diferente a la que ellos han conocido.

La satisfacción de Channeng al poder contar su experiencia personal como víctima de las minas antipersona y poder participar en la campaña contra las bombas de racimo. La dura conferencia de Madrid que nos conmovió e hizo un nudo en la garganta a todos: http://www.elmundo.es/elmundo/2007/12/03/solidaridad/1196693137.html

El humor de Channeng deja muestras allá donde va: un periodista le pidió a Kike que cruzase las piernas para hacerle una foto y Channgeng soltó "¿Yo también hago lo mismo?" ¡Y no tiene piernas!.

Los abrazos de corazón que han ido repartiendo por los más insignificantes regalos y detalles. A la vuelta todo se compartirá entre todos los chicos del centro, reflejo de un auténtico espíritu navideño aunque los cuatro sean budistas.


A la gente que me dice "menudo trote" yo respondo "¡Qué gozada!"