lunes, 10 de septiembre de 2007

Por favor, sé egoísta


Al final tendré que aprender a decirlo. Aún no lo sé. Y tras 6 meses aquí ya no aguanto más. Al principio parecía exótico pero ahora casi me saca de quicio. Y lo peor es que pasa varias veces al día. He de aprender a decir: ¡Apaga la música!

¿Qué tendrá la música que gusta tanto a los camboyanos?¿Qué tendrá su cultura que les anima a compartirla con todo el vecindario a cualquier hora del día?
Está visto que importar auriculures no es un negocio rentable pues la música tiene que estar al máximo volumen ya sea durante el canto de los monjes a las 5 de la mañana, o en una boda que dura 2 ó 3 días, en un funeral que puede durar otros tantos, o con el tipo que barre el suelo con una radio tan pequeña que no entiendes que de ahí salgan casi 100 dB, o el vídeo musical del autobús, o la mujer con su radio portátil a tope por si falla el vídeo músical, o el teléfono polifónico que puede sonar durante 15 segundos en la mano de su dueño que está recreándose en su música antes de responder o el jefe de la aldea soltando su discurso durante horas para que lo oiga todo el pueblo .

Y cuando vas a una de esas aldeas a visitar a una famila pobre, de esas que no ganan entre los dos más de 50 dólares al mes (con suerte), que vive en una cabaña de 20 metros cuadrados (tal vez la ex-ministra de vivienda se dió una vuelta por aquí antes de lanzar su famosa propuesta de los minipisos) y en la que un lavabo brilla por su ausencia ¿qué sobresale? Por encima de todo hay un par de altavoces de casi un metro de alto y de unos 4.000 w. Lo divertido del caso es que luego tampoco los pueden utilizar mucho porque no tienen el dinero para pagar la batería de coche a la que conectarlos. Pero, bueno, siempre está bien tenerlos por si acaso....hay que martirizar al "barran" (extranjero).

Y las bodas, ese acontecimiento social que tantas horas de conversación nos ha brindado a Luke (mi compañero australiano de aventuras y de piso) y a mí. El tema principial de la conversación es "Cómo romper, desactivar, destrozar esos altavoces". Te imaginas (me he imaginado) con un bate descargando tu rabia, cortando la luz, cortando un cable para que no funcione, sobornando a la policía (cosa fácil, muy fácil) para que les obliguen a apagar.

Porque hay que saber que a mayor riqueza de los novios, mayor tamaño y potencia de los altavoces. Y eso en la temporada de bodas (que es después de la cosecha y entre febrero y abril tiene su punto álgido) son muchas horas con los cantos de las bendiciones de los monjes y la trdicional música camboyana. Y la música está tan alta que no puedes hablar con el que tienes sentado al lado (no me extraña que se vayan inmediatamente después de haber comido).

Y temo el próximo mes de octubre. La que me espera. Es la semana de los muertos, el "Chum pum", o como se escriba. El nombre parece muy adecuado porque los monjes se pasan todo el día (repito lo de todo el día para que quede claro que hablo de 24 horas) rezando y dándole a los tambores "Pum, chum-pum, pum, pum" para que no te olvides de tus antepasados. Estoy seguro de que me acordaré de quienes me antecedieron pero seguro que tendré aún más presentes sus túnicas anaranjadas. ¡Tan majos que parecen! Pequeñito pero matón que diríamos en mi pueblo (en aras del bilingüísmo, la corrección política y de que mi pueblo de veraneo es Viladrau, y no Barcelona, que de pueblo tiene poco, he de traducir: Petit però pinxo).

El padre Totet, un filipino que lleva aquí muchos años, que está muy integrado en la cultura camboyana y es gran amante del Karoke, me dijo una vez que como la gente no podía pemirtirse el comprar una radio era egoísta no compartir la música con los demás y que por eso ponen el volumen al máximo.

Pues la próxima vez que alguien me despierte a las 5 de la mañana con su música gritaré: ¡Sé egoísta: ponte auriculares!