martes, 5 de febrero de 2008

¿Ayudamos o no?

¿Estamos realmente dispuestos a ayudar? Siempre decimos que hay que ayudar al desarrollo de estas gentes que tan poco tienen. Sin embargo, por otro lado estamos quejándonos constantemente, por una u otra causa, de la globalización, a la que parece que hay que achacar todos los males.

Camboya tiene una industria textil cada vez más fuerte que ocupa a tanta gente como el turismo. Es una industria formada por empresas que vienen a buscar aquí mano de obra barata. Los alrededores de la capital sin un bullicio sin cese de tractores, camiones y furgonetas cargadas hasta rebosar de obreras, pues casi todas son mujeres, que empiezan o acaban sus turnos. Trabajan por unos 50 dólares al mes. Al cambio actual unos 35 euros.

Sé que en este punto ya habrá voces que digan que eso es explotación. Pero yo les recuerdo que un profesor de primaria cobra 25 dólares y que un salario decente no llega ni siquiera a los 100. Son más de 200.000 personas que de otra manera estarían en la calle sin hacer nada. Con ello no justifico la explotación, entendida como un sobreesfuerzo mal remunerado, por debajo de las condiciones del país. ¿No pasó acaso Europa por este proceso de fábricas masivas con obreros mal pagados?

Se podrá argumentar que los grandes beneficios, los generados por la comercialización, no se quedan en Camboya pues las empresas están en manos extranjeras. Sí, cierto, los chinos y coreanos se quedan con la mayor parte del pastel. Pero para ser dueño del proceso distributivo primero hay que tener una industria que produzca. Sin industria no hay nada que distribuir.

Este país necesita una gran inversión y crear muchísimos puestos de trabajo. Necesita de inversores que estén dispuestos a aprovechar las ventajas que ofrece: una de ellas la mano de obra barata. Paradójicamente el gobierno camboyano está intentando crear una imagen de marca de productos de calidad para Camboya puesto que, en realidad, este país no puede competir en bajos costes con otros países como China. A quien más daño hace la mano de obra barata no es a España, que ha de centrarse en servicios de alto valor añadido, sino a Camboya que no puede hacer como España y no puede competir con China, Vietnam o Tailandia por el momento.

No hace falta ir muy lejos para ver un ejemplo de país que creció con este modelo. España basó su gran crecimiento económico de los años 60 en 3 factores: turismo, emigración e inversión extranjera. Incluso, una vez dentro de la Comunidad Europea fuimos el país con mayor nivel de inversión directa extranjera debido a nuestras ventajas competitivas. Una de ellas era que dentro de la Comunidad éramos uno de los países con salarios más bajos. Ahora les toca el turno a Hungría, Rumania, Polonia y demás países del este.

De este modo no pretendo justificar una política que beneficie siempre este tipo de trabajos de salarios bajos (no digo explotadores). Es tarea del gobierno estimular la educación y fomentar la creación de propias empresas y de personas capaces de trabajar en todos sus puestos. Pero esto, desgraciadamente, no depende de la inversión de empresas extranjeras sino de ellos mismos.

Al final, aunque luego nos quejamos de la globalización y de que las fábricas se van a China, o a Camboya, yo me pregunto: ¿Quién está dispuesto a pagar 30 euros por una simple camiseta blanca de algodón hecha en España cuando puedes pagar 10 euros si está hecha, igual, en China o Camboya? Estoy convencido de que raro sería el que quisiera pagar 30 euros.

Hete aquí la contradicción de la globalización.

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