¿Alguna vez te dije que fui feliz? ¿Alguna vez te llevé en mis memorias? ¿Lo viviste conmigo? ¿Alguna vez?
Sentado, haciendo las paces con un futuro no lejano que ha de llegar para juzgarme, mis manos antaño firmes rompen con temblores la blancura del papel. Es un balance de haberes y deberes de una vida que expira.
No me tengas en cuenta pecados de juventud, fruto del ímpetu y la inexperiencia, pues tú también pasaste por ellos. No cuentes los errores que, una vez adulto, cometí por intentar pues al igual que yo sabes que había que arriesgar. Júzgame por todo aquello que pasó por delante de mí y que por miedo, por temor a un cambio incierto, no fui valiente en aceptar aún sabiendo cual era mi deseo.
En mi haber hay poco, mas lo que hay válido es. Ya no hay marcas, ni conquistas. Atrás quedaron cubiertas con el polvo del olvido del que habrán de formar parte mi carne y mi recuerdo. En mi haber sólo hay memorias de felicidad con otros.
Los deberes son muchos mas son aquellos de tierno afecto que tomé prestado y no devolví los más pesados. Los demás, pequeñas cicatrices que dejó el camino en su recorrer.
La ventana me devuelve el reflejo de un hombre ajado pero en mis ojos brilla la satisfacción de una vida plena. Cierto, pasé temores e incertidumbres, vacilé y padecí pero acepté mi destino. Duro fue sincerarse para tomar las riendas pero jamás la sinceridad fue dulce. Hubo momentos malos y momentos peores. Doy gracias que nuestra memoria olvida y ya no puedo decirte cuales fueron. Hubo ratos en los que felicidad parecía una palabra extraña, vacía y casi muerta. Pero siempre supe que aquí no estuve solo y que bastaba volverme a ellos, a esos momentos compartidos entre iguales, a esos momentos en los que la vida es vida y justifica tu existencia para aferrarme a la esperanza.
Sabrás ya que llegado este momento lo material se vuelve aire, comprenderás que no hable de ello: no será lo que pueda llevarme en tu recuerdo.
Hijo, mírame como a uno más, como un hermano, un amigo y dime que lo viviste. Cuéntame que sentiste el gozo de una sonrisa estallar en tus oídos; descríbeme el sonido del corazón al palpitar. Relátame el lloro compartido; dibújame esos abrazos encharcados en lágrimas. Quiero escuchar que sentiste la ira correr por tus venas por el mal sufrido por un amigo, quiero saber que cuando padeciste fue su hombro el que te alivió. Dime que seguiste tu camino, que viviste, sufriste y amaste. Sincérate y pregúntate si te hiciste hombre. Dime, sin más, si has sido feliz.
¿Alguna vez te dije que yo lo fui? ¿Alguna vez te dije que fui un hombre?
3 comentarios:
Hola Javi!
Estoy leyendo tu blog, felicidades por todo el trabajo que estás haciendo, te admiro profundamente!!!!
ayer escuché en la radio, en Madrid, un programa en el que se hablaba de Camboya y todas la víctimas de bomba racimo, minas, etc. y el trabajo que estais desarrollando allí, me parece realmente hermoso todo lo que estais haciendo, quiero informarme más sobre formas de colaborar...¿cómo fuiste allí?¿llevas mucho tiempo? bueno, muchas gracias por compartir tu experiencia y por supuesto mucho ánimo y os deseo lo mejor,
besos
Olga
Un texto precioso.
IMPRESIONANATE...
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